La vida de las vacas de manjar gourmet

Durante febrero, realicé un tour por una de las conocidas fábricas de manjar gourmet del sector, porque tenía la inquietud de ver cómo trataban a las vacas allí.

Las vacas de la fábrica donde fui eran de raza Jersey, que son una de las mejores razas de vacas lecheras que existen. Desde su origen, anteriores a 1833, fueron generadas con reproducción selectiva para pasar toda su grasa y musculatura a las ubres, dejando una vaca de aspecto muy raquítico (aunque no lo son) y con una ubre más grande que su cabeza.


Ellos se quedaban durante su primer mes de visa en compañía a otros terneros, en unos corrales de 10m x 15m donde toman leche de una ubre mecánica que les daba una mezcla con suplementos alimenticios.

Apenas nacen las separan inmediatamente de las madres para poder ponerles un aro identificador y para alimentarlas con leche con suplementos alimenticios. La razón es que quieren evitar que las vacas se debiliten, crezcan mal, o tengan malas defensas. Según nos indicaban, a los terneros les daba diarrea por todo.

El caso era, si es que los terneros tuvieron suerte de nacer hembras, pasarían al siguiente corral con los terneros de más de 1 mes y menos de 3. Si eran machos, serían vendidos para asado, pero podían salvarse si y solo si, luego de una prueba de ADN, eran 100% Jersey, en ese caso se quedaban para inseminar a otras vacas o se vendían a otras lecheras también para inseminar.

Luego de estar 1 mes, pasaban a otro corral un poco más pequeño, durante 3 meses, y luego pasaban a unos corrales no techados a comer pasto y  crecer. Estos estaban segmentados por grupos de vacas con las cuales pasarían el resto de sus días.

Las vacas ya crecidas a las 3 am y 3 pm se dirigían al corral para sacar leche durante 3 horas. Allí se colocaban voluntariamente de forma tal que todas cupieran.

Un encargado les limpiaba las ubres con una mezcla de Yodo y les colocaba los extractores en las ubres. El problema común era que las vacas tienen mastitis por falta de limpieza de las ubres al conectar el extractor y la leche de esas vacas podía hechar a perder toda la producción del grupo.

Cuando culminaba toda la extracción, las vacas pasan a otro corral donde se alimentaban con una mezcla de paja fermentada y otros suplementos alimenticios con el que se mezclaban. La preparación de la la comida era sumamente importante porque de lo contrario, si no era tan sabrosa, las vacas no comerían lo que les correspondía comer para poder producir la cantidad de leche necesaria para la siguiente tanda de extracción.

Para comer, las vacas debían pasar la cabeza por debajo de un cable. Este cable está electrificado, y nunca se nos especificó por qué, pero presumo que era para que ellas no pasaran al otro lado.

Mientras comían los machos se paseaban por detrás de ellas para inseminarlas.

Aquí en adelante el ciclo se repetía. Trabajar 3 horas, comer 3, descansar 6, trabajar 3, comer 3, descansar 6 y así.

Finalmente la leche va a una máquinas que hacen el pasteurizado y el condensamiento para luego ser envasada.

Esta fábrica de manjar era bastante pequeña, no más de 300 vacas, y se supone que era de aquellas con los mejores estándares de trato animal, ya que a ellos le importaba de sobremanera que las vacas estuvieran tranquilas, sanas y llenitas para que pudieran producir mucha leche y de buena calidad.

Pero solo pude hacer una rápida comparación con aquellas fábricas más grandes de producción de carne.

¿Cómo serían las otras fábricas?

Como ingeniero comercial podía comprender todas las medidas que tomaba la fábrica que visité para poder optimizar la producción, pero no podía compartir el hecho de pensar que estaban optimizando la producción de una vida animal, las vacas eran como atletas de alto rendimiento, pero que no eligieron serlo.

Los animales no son cosas que podemos optimizar, ellos viven, experimentan, se desarrollan, crecen y se comunican de manera muy similar a la nuestra. Los animales no son muebles.

Si piensas así, te invitamos a que veas nuestra campaña #NoSonMuebles.