Una falsa sonrisa en cautiverio

VINCENT J. MUSI/NATIONAL GEOGRAPHIC CREATIVE

“La sonrisa de un delfín es lejos la más grande decepción, ya que crea la ilusión de que están siempre contentos.” – Richard O’Barry.

Cuando era pequeño, al igual que para muchos compañeros de clase, la peor sanción que podía existir (mucho antes de quedarse sin usar el computador o celular) era oír un “estás castigado, te quedas en tu pieza y no sales de ahí hasta la once”. La sensación de aburrimiento y encierro, al paso de una media hora, ya se hacía insoportable.

¿Qué nos hace pensar, entonces, que sólo a nosotros nos afecta el límite a nuestra libertad de acción y decisión, contra nuestra voluntad?

“Pero es que con los delfines es diferente, yo nadé con ellos y sonreían, estaban contentos, saltaban y jugaban”.

“Pero es que el entrenador me dijo que esos delfines eran nativos de ahí y no fueron capturados en el mar, como los otros.”

“Los delfines estaban en piscinas pequeñas sí, pero estaban contentos porque ellos adoran a las personas.”

Mentiras, puras mentiras.

Acéptalo y di abiertamente que ya estabas ahí mismo, en el parque acuático y sólo importaba divetirse.

“Total, ya nos pegamos el pique, pagamos la entrada y ya estamos aquí. No va a pasar na´, dale nomás”.

Algunos datos:

En estado natural, su propio hábitat y a mar abierto:

  1. Un delfín puede alcanzar una velocidad aproximada de 40 km/hr.
  2. Un delfín se desplaza a un promedio de 8 km/hr y se estima que recorre distancias -a diario- que alcanzarían unos 128/135 km.
  3. Los delfines establecen lazos de amistad y viven en comunidades/familias definidas. Un estudio reciente, incluso, ha señalado que los delfines se identifican a sí mismos por sus nombres.
  4. Son seres con una capacidad cognoscitiva y conducta social increíblemente desarrolladas a niveles que, sin lugar a dudas, muy difícilmente nos sea posible -algún día- llegar a comprender.
  5. Los delfines poseen un sistema de ecolocalización que les permite interactuar con su entorno. Por lo tanto, son increíblemente sensibles a los ruidos y sonidos.
Vista aérea a Parque Marino Sea World de San Diego, USA.
Destacado en amarillo: estacionamientos para visitantes.
Destacado en azul: estanques y hábitat para orcas.

Nada de lo señalado anteriormente acontece, ni jamás sucederá, en un parque acuático, prisión en la que:

  1. Un delfín ya no vive libremente, sino cautivo en un estanque lleno de cloro y otros químicos, afectando y deteriorando severamente su salud.
  2. Un delfín ya no puede aspirar a recorrer 128 km de distancia, sino que sólo rondas en un espacio de dimensiones ridículas y a determinadas horas.
  3. Un delfín verá severamente dañado su sistema auditivo, producto del constante ruido de aplausos, gritos, motores y sistemas de limpieza/filtración de estanque.

Dicho lo anterior, podemos preguntarnos, ¿Está un delfín verdaderamente sonriendo, alegre y lleno de dicha, mientras le ves cruzar el hula-hula, nadar  y tomarte una foto con él? – [no] lo siento, pero no.

La aparente sonrisa de un delfín no es nada más que una característica propia de su fisionomía, que nos engaña y nos hace creer lo que -de un modo u otro- sabemos está mal y es aberrante:

El cautiverio no educa ni divierte, sino que tortura y mata.

Para ahondar mayormente en este tema y lo puedas ver por ti mismo (ya que los seres humanos tenemos esa manía de tener que ver/tocar algo para poder creerlo y entenderlo), por favor ve -si es que aún no lo has hecho- el documental “Blackfish”, el cual expone la cruda realidad -y peligros tanto para los animales como seres humanos- del cautiverio.

Ahora, ¿cómo es que los delfines llegaron al cautiverio? Eso lo abordaremos en una próxima oportunidad.

Por el momento, convengamos en que los delfines sí efectivamente sonríen, pero sólo cuando están libres y jamás como payasos circenses.